Amy Chua y la convicción de que las madres chinas hacen de sus hijos mejores alumnos
Hace un año The Wall Street Journal generó una notable polémica al publicar un fragmento del libro de Amy Chua Battle Hymn of the Tyger Mother. La autora sostiene que las madres chinas producen hijos más exitosos y que el secreto para que los hijos consigan destacar del resto está en copiar algunos de los valores tradicionales de la familia china. La obra viene causando revuelto porque tales valores tradicionales resultan de un rigor chocante, incluso insoportable.
Para Amy Chua una madre occidental le dirá a su hijo que ha hecho algo muy bien la primera vez que lo haga y el niño perderá todo interés por volver a repetirlo, mientras una madre china sabe que nada resulta divertido hasta que “se domina”. “Hay que trabajar duro”, sentencia. Explica que su objetivo final no era caerles “bien” a sus hijas, sino hacer de ellas seres capaces de enfrentarse al mundo, competitivo y cruel como es.
El artículo de The Wall Street Journal enumera algunas de las cosas que Chua no permitió nunca a sus hijas —criadas en Estados Unidos: dormir fuera de casa, participar en juegos colectivos durante horas con otros niños (playdate), participar en una obra de teatro del colegio, protestar por no estar en una obra de teatro del colegio, ver la televisión o jugar en el ordenador, elegir sus propias actividades extracurriculares, sacar una nota por debajo del sobresaliente, no ser el número uno en todas las asignaturas menos gimnasia y teatro, tocar un instrumento que no sea el violín o el piano y no tocar el violín o el piano.
Amy Chua es una norteamericana de 49 años, hija de chinos, graduada con honores en la Universidad de Harvard, especializada en comercio internacional y profesora de derecho en la Universidad de Yale. El libro Battle Hymn of the Tyger Mother cuenta su historia como madre de sus dos hijas, explicando la forma en que ella las crió siguiendo la tradición china. Cita varios estudios para demostrar que las madres chinas se preocupan mucho más de la educación de sus hijos y afirma que los chinos estudian más y no entienden la enseñanza como algo divertido. “Practicar, practicar y practicar constantemente es clave para la excelencia. La repetición de memoria está minusvalorada en Estados Unidos.”
En otros fragmentos sostiene que “Los padres chinos pueden ordenar directamente a sus hijos conseguir sobresalientes en sus asignaturas. Los padres occidentales sólo pueden pedir a sus hijos que intenten hacerlo lo mejor posible. Los padres chinos pueden decir: ‘Eres un vago. Todos tus compañeros de clase van por delante de ti’. Sin embargo, los padres occidentales tienen que luchar contra sus propios conflictos sobre su idea del éxito e intentan convencerse de que no están decepcionados por la forma en la que han salido sus hijos.”
La obra, entre un producto del marketing y una crónica de la interculturalidad, propone tres diferencias entre los padres occidentales y los chinos. Por un lado, los occidentales se preocupan demasiado por la autoestima de sus hijos, lo cual les lleva a ser poco exigentes y poner el listón demasiado bajo. Por otro lado, los padres chinos piensan que sus hijos se lo deben todo a ellos debido a los sacrificios por los que han pasado para criarles. Finalmente, los chinos piensan que saben qué es lo que les conviene a sus hijos y no dudan en imponerse a las opiniones de los pequeños.
Previsiblemente, el libro levantó una ola de reacciones, es compartido en incontables páginas webs, fórums y blogs, y ha sido traducido al chino. En un artículo de El País de España se pregunta “¿Por qué se ha levantado tanta polémica con la revisión de una idea —la de la coerción y el autoritarismo como método educativo— tan antigua y, en la mayor parte de los países desarrollados, tan superada? Un claro factor parece ser la atracción de Occidente por Asia y, en especial, por China. “Existe hacia lo chino un imaginario paradójico: nos fascina y le tememos”, dice el profesor de Psicología Social de la Universidad de Valencia José Vicente Esteve. (…) De hecho, algunos analistas han apuntado que, en el fondo, la causa del revuelo es el pánico de los estadounidenses a ser devorados por el gran gigante chino, no solo económicamente, sino ‘también’ en la educación.” En Estados Unidos la obra de Chua fue tomada como una explicación no sólo de por qué los hijos de inmigrantes asiáticos tienen tan buenos resultados académicos sino de por qué China es más pujante que los países occidentales.
Más allá de la validez pedagógica de la obra, y mucho más allá de su rigor documental, lo que realmente pone sobre el tapete es una respuesta a dudas sempiternas de los padres occidentales sobre la crianza de los hijos: ¿estamos siendo muy permisivos o demasiado autoritarios?
Cuando el tema llegó a China generó comentarios como el siguiente, registrado en un artículo de ZaiChina: “Podría parecer extraño, pero lo cierto es que en China se está luchando para evitar muchas de las cosas que defiende esta profesora estadounidense. Esa visión tradicional de la enseñanza china y del rol de los padres está intentando ser combatida por psicólogos y por el propio gobierno, ya que consideran que se ejerce demasiada presión sobre los niños desde la infancia (el gaokao sería el mejor ejemplo) y que no promueve la imaginación y creatividad. (…) El gobierno chino lleva desde hace varios años reduciendo las horas de clases lectivas, aumentando las actividades extracurriculares e intentando promover un modelo más relajado donde niños y adolescentes no sólo repitan textos de memoria, sino que también sean capaces de pensar por sí mismos.”
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