Los extraños leones de China
Cualquier persona que haya visitado habrá descubierto para su asombro que el animal más popular de su iconografía no es tantas veces loado dragón oriental, ni el tigre de misteriosos simbolismos, ni siquiera el fénix asociado con los poderes femeninos ni por supuesto el panda de reciente encumbramiento. El más popular de los animales que se encuentran en la iconografía y decoración China es el león. Curiosamente un animal que ni existe ni ha existido, en estado salvaje, nunca en China.
Los monumentos más representativos de la cultura china siempre cuentan a su puerta con una pareja de leones. A la entrada de la Ciudad Prohibida, o ante la propia Puerta de la Paz Celestial, e incluso en el interior del gran palacio imperial, ante cada uno de los salones realmente representativos nos encontramos invariablemente una pareja de leones. Una pareja de extrañísimos leones, cuya imagen se repite hasta la saciedad a la entrada de templos, palacios y complejos funerarios, y más modernamente, a la de los bancos, edificios comerciales u oficinas gubernamentales. Y los dos leones siempre con ese aspecto de haber salido directamente de un libro de fábulas.
Lo primero que llama la atención es que los dos leones tienen melena. Serán dos machos, piensa alguno. No, no. La de la izquierda, siempre jugando con un cachorro, es la hembra, mientras el de la derecha, sujetando entre sus garras una bola, es el macho. Pues efectivamente la mayoría de los escultores chinos nunca habían visto un león, y la imagen primitiva que los primeros escultores crearon a partir de los ejemplares mantenidos en los zoológicos imperiales, mantuvieron como característica distintiva su melena. Tanto en los machos como en las hembras. Eso explica también ese aspecto un tanto extraño, que a veces le hace parecer más un perro lanudo que el rey de la selva.
La función de estos leones a la puerta de palacios y templos es de protección. Allí sustituye a las imágenes que antiguamente representaban a dos tigres o a un tigre y un dragón. El león, un animal sagrado para los budistas, se introdujo en China según lo hacía esta religión, y para mediados de la dinastía Tang ya había sustituido por completo al tigre y otros protectores ancestrales, mas arrancado de su entorno natural y representado una y otra vez por artistas que nunca le habían visto, fue adquiriendo ese aspecto monstruoso. Su significado también se empobreció, y el riquísimo simbolismo que antaño representara el tigre, que actuaba no sólo como guardián, especialmente contra los malos espíritus, sino como recuerdo constante del continuo ciclo de la vida y de la muerte en la naturaleza, pasó a ser únicamente la grosera protección del león, y como mucho, un recuerdo también del matrimonio entre un hombre y una mujer.
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