Un triángulo que marca el pulso del planeta

4 marzo, 2017

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Esa especie de triángulo geopolítico que forman China, Estados Unidos y Rusia fue analizado ayer por los expertos Jorge Malena, Rosendo Fraga y Marcelo Montes en una reunión académica en el CARI en la cual Malena detalló algunas señales de “conciliación” dadas estos últimos días entre Beijing y Washington, Fraga explicó el inédito aumento del gasto militar ordenado por Donald Trump y la tensión en el Mar del Sur de China, y Montes señaló que el gobierno de Vladimir Putin tiene sus propios intereses y “no va a elegir entre EE.UU. o China”.


Fue en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, donde se analizó El nuevo escenario mundial en la interacción EEUU-Rusia-China.

Para Malena – doctor en Ciencias Políticas por la UCA, profesor de la Universidad del Salvador y co-coordinador del Grupo de Trabajo sobre China en la institución anfitriona-, los signos de acercamiento entre Beijing y Washington -superada la campaña electoral en la que Trump fue muy duro con China  y tras la cual el líder norteamericano sorprendió con una llamada telefónica directa a su par taiwanesa Tsai Ing-wen- fueron otra comunicación por teléfono entre Trump y el presidente Xi Jinping el 10 de febrero, en la cual se habló del respeto a la línea de Beijing de “una sola China”; una visita a Washington del principal asesor de política exterior del Consejo de Estado chino; un encuentro (el de más alto nivel hasta ahora), en el marco del G-20, entre los cancilleres Wang Yi y Rex Tillerson, y una cita del primer ministro Li Keqiang sobre la disponibilidad de soluciones “amigables” en los puntos de tensión. No hubo aún un encuentro bilateral entre Trump y Xi, aunque Malena dijo que se espera, tras el llamado de febrero, sea “lo antes posibles”.

“Las tensiones, habituales cuando un país hegemónico tiene algún declive y otro emerge, se agravaron –expresó Malena- porque ambos presidentes tienen posturas reivindicativas. Xi con su ‘sueño Chino’ y Trump con su lema ‘hacer grande de nuevo a EE.UU.”  También recordó un reciente comentario del analista estadounidense Jospeh Nye sobre las llamadas “trampas” de Tucídides y de Kindleberger (la del antiguo historiador griego, acerca de cómo podría desatarse una guerra cataclísmica si una potencia establecida -como Estados Unidos- empieza a temerle demasiado a una potencia emergente -como China-; la segunda, considerar a China demasiado débil y no demasiado fuerte y con ello podría repetirse lo que sucedió en el cambio de hegemón británico por el estadounidense, el cual no pudo asumir el rol de Reino Unido de proveedor de bienes públicos globales y colapsó el sistema mundial hasta llegar a una depresión, un genocidio y otra guerra mundial.

Malena dijo que la influencia mundial china en la arena política no coincide con su poder económico, ya que en el mundo prima una estructura heredada del sistema de Bretton Woods en 1945. Recordó el rol de China en las cadenas mundiales de valor, su capacidad de ser “taller” del mundo, su posesión de casi un tercio de los bonos del Tesoro de EE.UU, su liderazgo en inversiones externas y su enorme mercado. Y dijo que Beijing quiere que el respeto a la idea de “una sola China” no sea moneda de cambio de otras demandas (por ejemplo comerciales, donde EE.UU. tiene un déficit bilateral de 368.000 millones de dólares y Trump ha acusado a China de ser fuente de su desempleo y desequilibrios económicos).

¿China podrá pasar de ser potencia parcial a potencia plena, como ha definido David Shambaug y se han planteado varios otros sinólogos occidentales?, se preguntó también Malena, quien en materia de seguridad, ubicó el principal riesgo en el Mar del Sur de la China, donde tanto el país asiático como el norteamericano endurecieron posturas.

Este conflicto también fue situado por Fraga – director de su Comité Estados Unidos y miembro del consejo ejecutivo del CARI, además analista político, historiador y titular de la consultora Nueva Mayoría- como el más álgido. El consultor dijo que el aumento presupuestado para 2017 de 10% en el gasto militar norteamericano (ya de por sí, lejos, el mayor del mundo) “no se había dado para un solo año ni en las guerras de Corea o de Vietnam, ni en las más recientes de Afganistán o de Irak”. Y leyó entonces ese dato, anunciado primero y sugestivamente en una reciente visita de Trump al nuevo portaviones “Gerald Ford”, apuntando a la rivalidad con China. “Ese es claramente el desafío de Trump. Ya estaba explicitado durante la administración Obama pero ahora se acentuó”, subrayó.

Fraga diagnosticó que lo que domina la escena mundial es un rebrote de los “nacionalismos”, tanto en EE.UU. como en China, Rusia, Europa y otras regiones.

Dijo que Rusia y China coinciden en un punto: reclamar que EE.UU. retroceda, sea, en el caso ruso, mediante la OTAN de sus fronteras, y en el caso chino, del área del Pacífico. “En el Mar del Sur de China, los chinos no pueden ceder, pero a la vez EE.UU. quiere mantenerse como la potencia del Pacífico, con sus bases militares”, sostuvo. E indicó que la base social de Trump es muy fuerte porque está “integrando a las Fuerzas Armadas a su bloque, el mundo de los  negocios lo apoya (citó recientes récords en cotizaciones en Wall Street, el Nasdaq y el índice Standard & Poors) y tiene un acompañamiento del 84 por ciento en el electorado republicano”.

Por su parte, Montes – doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario e integrante del Grupo de Estudios Euroasiáticos del CARI – dio un enfoque “constructivista” sobre Rusia, es decir con una mirada menos apoyada en el realismo de la política exterior y más en los liderazgos internos, las identidades y las lecturas que ese país hace de temas fuertes de la agenda global como Trump, el Brexit o el refortalecimiento ruso tras el desplome que siguió a la desintegración de la Unión Soviética (“que los rusos consideran un ‘empate técnico’”, dijo).

Según Montes, Putin, cuyo liderazgo está muy fuerte y cree que se revalidará al menos  hasta 2024, es más táctico que estratega, y su equipo ve a EE.UU. y a Occidente en general como estaban los rusos en 1992, tras la caída del mundo comunista. Trump sería, en esa visión, una figura equivalente al tránsito entre Gorbachov y Yeltsin, en la decadencia de una potencia. La mala situación norteamericana le permite a Moscú disputar incluso valores como la propia democracia, el modelo de desarrollo o las identidades culturales. Ambos países “se perciben como amenazantes mutuamente” y a Moscú “le preocupa la rusofobia norteamericana (fomentada por Hollywood y quizá herencia de polacos y judíos que escaparon” del país euroasiático), y que “ahora agravan los ex países de la órbita soviética” enemistados con Rusia, “como una manipulación de esos terceros países”.

El 28 de enero también hablaron telefónicamente Putin y Trump, en cuya campaña se acusó a los rusos de interferir y ello le ha costado al presidente de EE.UU. varios dolores de cabeza y pérdida de funcionarios. Pero “el establishment norteamericano no permitirá ningún acercamiento en serio entre Trump y Putin”, afirmó Montes.

“Rusia tiene más claro que China su rol, quiere voz y voto y que se respete su camino, pero no está en ese tema de ‘ascenso pacífico’ y de disputa hegemónica en que estaría China.

Justamente con este país, dijo Montes que Rusia coincide en frenar a EE.UU. en iniciativas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero “no mucho más. Rusia no elegirá entre EE.UU. y China, con la cual también tiene reparos, diferencias históricas y culturales”. Como dato al respecto, sobre el recelo del crecimiento chino en Eurasia, informó que este año entrarán a la Organización de Cooperación de Shanghai Pakistán y Siria, lo que se lee como un intento de compensar allí el poder de China e India.

Y otras frases: “No hay un eje antihegemónico (respecto de EE.UU.) formado por Bejing y Moscú”. O: “EE.UU., China y Rusia forman parejas celosas unas de otras”. La principal preocupación  rusa hoy, sostuvo, es que EE.UU. y Europa (cuya crisis sigue muy de cerca más con el calendario electoral de este año en Francia, Alemania y Holanda) le levanten sus sanciones comerciales y que la OTAN no avance sobre sus fronteras.

Más información en los diarios Ámbito Financiero y Río Negro y un comentario de Guillermo Santa Cruz

 

Categorías: Política

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