Un agudo análisis de la crisis global y China

18 junio, 2012

Rebelión publicó una muy interesante entrevista a Rafael Poch-de-Feliu, autor en 2009 de “Actualidad de China” y corresponsal en ese país diversos medios y durante varios años. Actualmente es corresponsal de La Vanguardia en Berlín. En la entrevista, de Salvador López Arnal, Poch-de-Feliu habla de la crisis actual y al referirse a China da una visión muy aguda, y poco difundida por los medios de comunicación tradicionales, acerca de la realidad del país asiático. Por la mala ecuación entre recursos y cantidad de habitantes, “ningún país del mundo –dice- concentra como China los problemas de la crisis global”, pero “sus dirigentes son, seguramente, los más conscientes de la fragilidad que gobiernan. Tienen pensamiento estratégico, planifican a largo plazo y tienen mayor capacidad de gobierno, de llevar al país en un sentido o en otro, que los occidentales”. Y también: “China contiene realidades que permiten pintarlo todo muy negro, pero también tiene algunas virtudes muy importantes. Mi libro sobre China intenta presentar la realidad compleja de un país que es paradigma de la crisis mundial, algo que me parece más realista y adecuado que recrearse en las leyendas de la ‘nueva amenaza china’ y la ‘próxima superpotencia hegemónica’, que nos vende el mainstream mediático. La expansión desarrollista  china  evidencia,  en  última  instancia,  la  inviabilidad  de  la  economía mundial inventada  por Occidente”.


Pregunta: La crisis golpea con especial fuerza en países considerados hasta hace relativamente muy poco  tiempo  «sociedades  sólidas  y  fuertemente desarrolladas». Usted que ha sido corresponsal en Rusia y China, ¿cree que estos dos países, que forman parte de los BRICS, están también en crisis?

Respuesta: Evidentemente de esa crisis planetaria, de civilización podríamos decir, no escapa nadie, aunque no afecte a todos por igual. En un sentido más conciso, la “crisis” ha sido el medio ambiente “natural” en el que han vivido centenares de millones de seres humanos en el tercer mundo. Los pobres del mundo nunca tuvieron vida sin crisis. Tuvieron problemas de alimentación, de escolarización, de sanidad, de  trabajo y  también son  los que más sufren el deterioro ambiental… Efectivamente, lo nuevo es que ahora algo de eso también se nota en los países centrales que son sociedades de clases.

Los BRICS contienen realidades tan diferentes como las de Rusia y China. Rusia tiene la enorme ventaja de su óptima relación entre población y recursos, de lo que se deriva un gran potencial de  autosuficiencia  y  autonomía. China  lo  tiene  todo  en  contra  desde  ese punto de vista: tiene la relación más crítica entre (mucha) población y (pocos) recursos. Una gran exposición a los vaivenes de la economía global, una gran vulnerabilidad. Su situación es crítica. Ningún país del mundo concentra como China los problemas de la crisis global. Dicho esto, China es un país mucho mejor gobernado que Rusia. Sus dirigentes son, seguramente, los más conscientes de la fragilidad que gobiernan. Tienen pensamiento estratégico, planifican a largo plazo y tienen mayor capacidad de gobierno, de llevar al país en un sentido o en otro, que los occidentales. En sus relaciones internacionales, incluido el ámbito militar, son prudentes. Desde luego todo eso no es una garantía de éxito. Simplemente matiza su crítica situación. Así, la paradoja para ambos países es que, hoy por hoy, estando China objetivamente mucho más expuesta a la crisis, es Rusia la que tiene más probabilidades de sufrir convulsiones sociales y políticas a corto y medio plazo.

Pregunta: Pero si me permite, en los ambientes de  izquierda –hay  excepciones desde luego, pienso en Losurdo, por ejemplo–, aun admitiendo lo que acaba de señalar sobre la política internacional de la República Popular de China, no se suele hablar muy bien del desarrollo económico y político del país asiático. Se considera que en China rige sin bridas un capitalismo salvaje que genera grandes desigualdades, nada que ver con ninguna noción consistente de socialismo por demediada que esta sea, y que el Partido Comunista que dirige el país se ha convertido –como ocurrió en otras experiencias históricas– en una casta, densamente poblada de empresarios sin entrañas, que tiene como finalidades centrales la acumulación de poder y beneficios particulares. La situación social,  la vida de  las clases trabajadoras chinas  importa muy poco en su apuesta.

Respuesta: China contiene realidades que permiten pintarlo todo muy negro, pero también tiene algunas virtudes muy importantes. Mi libro sobre China intenta presentar la realidad compleja de un país que es paradigma de la crisis mundial, algo que me parece más realista y adecuado que recrearse en las leyendas de la «nueva amenaza china» y la «próxima superpotencia hegemónica», que nos vende el mainstream mediático. La expansión desarrollista  china  evidencia,  en  última  instancia,  la  inviabilidad  de  la  economía mundial inventada  por Occidente.  Los  éxitos  chinos  de  los  últimos  treinta  años  se  han  realizado sobre modelos en crisis, lo que contiene más certezas que sospechas de que hay muchos desastres incluidos en ellos. Lo que afirmo es que si los chinos logran salir de la crisis antropogénica, de la crisis de civilización mundial, pese a su manifiesta desventaja en población, recursos, etc., entonces quiere decir que todos los demás podemos salir de ella. Esa es la gran «Actualidad de China», que da título a mi libro. Respecto al debate sobre el carácter malvado del capitalismo chino o de si queda algo de “socialista” en China, como periodista me aburre un poco y me parece estéril. El sistema chino, su economía, está  inserto hasta el cuello en una economía global capitalista de  la que, como fabricante de productos baratos con poco valor añadido, es muy dependiente. Al mismo tiempo, en China hay dos datos importantes muy poco “capitalistas”.

Pregunta: ¿Qué dos datos muy poco “capitalistas” son esos?

Respuesta: En primer lugar el Estado chino no pertenece a los ricos ni a los capitalistas, sino que estos son siervos del primero. No tiene nada que ver con “justicia”, con “mejor” o “peor”, pero es diferente. El Estado no está subordinado a los capitalistas chinos, sino al revés. Eso es un hecho. En segundo lugar, la mayoría de la población, los campesinos, vive inserta en un sistema cuyo centro es el acceso  igualitario a  la  tierra,  lo que contradice uno de  los principios esenciales del capitalismo: el de que los productores pierden por completo el control sobre los medios de producción. Pero si en ese sentido China no es “capitalista”, eso no quiere decir que sea “socialista”. Me parece que los “ismos” explican poco y mal el sistema chino. Para comprenderlo es más recomendable atender a dos cosas: la propia tradición china y la lógica de los países en desarrollo, su intento de salir del agujero. El sistema chino tiene por objetivo afirmar una China próspera y estable en clave china. En ese objetivo caben diferentes “ismos”. Eso lo hemos visto en la historia reciente, desde el colectivismo maoísta hasta el neoliberalismo de Deng Xioping y Jiang Zemin, unos zigzags incomprensibles pero que están claramente unidos por ese propósito pragmático.

Si nos metemos en él, veremos que China fue el único país que era consciente de su crítica posición en  la globalización antes de la aparición de la crisis. En 2002, cuando llegué a Pekín, sus dirigentes ya pensaban en cambiar, o enmendar, el modelo neoliberal americanoide de Jiang Zemin: en pasar de un modelo puramente exportador, muy dependiente del mercado global y expuesto a sus vaivenes, a un tipo de desarrollo más endógeno y basado en el consumo interno. Para ello era necesario invertir más en la población pobre, para que ésta pudiera consumir y alimentar el nuevo esquema con su consumo y su gasto.  También había conciencia de que con la enorme desigualdad creada no habría estabilidad a medio y  largo plazo. Y  la estabilidad es un norte del  régimen chino, que yo defino como un despotismo benevolente y como una dictadura que es a la vez un “sistema abierto”, pues en  su misma  identidad esa dictadura  incluye el  reconocimiento de  su profunda imperfección, algo muy diferente no solo del sistema soviético anterior a Gorbachov, sino también de nuestras democracias.

Bien, en cualquier caso, de aquella conciencia de inestabilidad nacieron  la  recuperación  del  concepto  confucioniano  de  «pequeño  bienestar» (Xiakoang) y la retórica de la «sociedad armoniosa» que tienen una sonoridad socializante. China se propone ahora crear un sistema de seguridad social para su enorme población, una  labor extraordinaria. Si en  los noventa  realizaba experimentos  capitalistas en  ciertas regiones, ahora hay experimentos  “sociales” como el de Chongqing, que  recuperan cierto discurso maoísta nivelador… Todo eso, unido a la supremacía de lo político, al control que el partido  tiene de  las  finanzas (el  jefe del Banco central es nombrado por el partido y  los jefes de los principales bancos son miembros del comité central), permite al régimen un control de la situación y una capacidad de juego mayor que la que existe en Occidente… Insisto, China es un país que ha protagonizado enormes cambios de línea en su historia reciente. Si  fuera necesario, creo que podría volverse a poner el uniforme maoísta, no para hacer  la política de  los años  sesenta, pero  sí para  cambiar  radicalmente de  línea… Dicho esto, regreso a lo que me parece más importante: que el país presenta las contradicciones planetarias en su máxima concentración. Si el crecimiento se detiene, el país puede inaugurar un nuevo «gran desorden» (da luan), un concepto chino parecido al ruso de smuta que describe las etapas de caos que jalonan su historia. Que sus dirigentes sean conscientes de la fragilidad que gobiernan, no significa que vayan a tener éxito. Y un último apunte…

Pregunta: Adelante con él.

Respuesta: Contra lo que se cree, la sociedad china es enormemente rebelde. Hasta ahora los movimientos sociales, obreros y campesinos, en China han sido algo esporádico y descentralizado, no conectados entre sí. Cuando aparecen, el sistema intenta usar más la mano derecha que la represión, aunque haya cuadros de represión muy crudos. En los últimos años ha habido, además de la crónica de explotación y opresión a la que son tan sensibles medios de comunicación tan “sociales” como el Wall Street Journal o el Financial Times, subidas de salarios, mayor margen de actividad sindical y mayor atención a  los  intereses campesinos. Pero China es un mundo en el que conviven situaciones y procesos muy contradictorios. Una de las preguntas del siglo es, sin duda,  la de  los movimientos sociales en China, especialmente el movimiento de los obreros, la mayor clase obrera del mundo, y de los campesinos.

La entrevista completa en Rebelión

Categorías: Política

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